Desde su viaje a Lampedusa
–“¿quién
de nosotros ha llorado por las madres que pierden a sus hijos en el
Mediterráneo?”—hasta el de hoy a la isla griega de Lesbos, el papa
Francisco no ha dejado de clamar contra la “globalización de la indiferencia”
que sufren quienes, ya sea por la guerra o el hambre, tienen que dejar sus
países y buscar refugio o trabajo al otro lado del mar y las alambradas. Jorge
Mario Bergoglio volverá a utilizar su gran atracción mediática --“la
suya es una voz que el mundo debe escuchar”, dijo Barack Obama durante su
visita al Vaticano—para poner el foco en el drama que viven miles de
refugiados, en su mayoría sirios, ante las puertas cerradas de Europa. El Papa,
que será recibido por el primer ministro Alexis Tsipras y acompañado por el
patriarca ortodoxo Bartolomeo y el arzobispo de Atenas, Jerónimo, visitará el
centro de detención de Moria, donde unos 3.000 migrantes esperan su expulsión,
y se encontrará también con vecinos de la isla en el puerto de Mytilene.
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